Para Miguel de la Quadra Salcedo, los sueños eran realidades valientes. En 1985 decidió transmitir esa valentía a los más jóvenes a través de una ruta que estrechaba lazos entre ambos lados del Atlántico. Cuarenta años después, muchos de los más de diez mil expedicionarios que participaron en esas rutas han reivindicado su legado en Guadalupe.

"Está en el corazón de cada uno de estos expedicionarios"

El impacto de esta experiencia educativa ha sido tal que ha centrado el primer Congreso Internacional de Expedicionarios. Su nieto, Alvar Seguí, y su hija, Sol de la Cuadra-Salcedo, han destacado su figura: “Ese método que tenía mi abuelo, a quien desde pequeño llamaba ‘papá grande’, es como el papá grande de todos estos expedicionarios. Es como una mesa de operaciones: hemos abierto a Migue

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