Yo era R1 de medicina interna y estaba rotando en urgencias. Teníamos la sesión académica todos los días de 7 a 8 am en aquella vieja mesa de madera que estaba en la pequeña sala de juntas, siempre llena de expedientes, en donde colgaba un pizarrón en el que anotábamos a los pacientes que estaban en consulta, con probabilidad de ingresar y, al lado de su nombre poníamos qué es lo que faltaba de laboratorio, imagen o interconsulta para poder tomar la decisión. Atrás de la cabecera en la que se sentaba el revisor estaba el pequeño cuarto con dos literas al que, no sé por qué, pero lo sospecho, le llamábamos “el urémico”, en donde si tenías suerte, podías dormir un rato durante la madrugada. Mi compañero de guardia era mi buen amigo Luis Gurza y, si la consulta lo permitía, nos dividíamos de
El temblor de 1985 en el Instituto

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