Pocas veces un pueblo se identifica tan íntima y profundamente con un cantante. Pero también, pocas veces, un autor retrata de modo inmejorable la biografía sentimental de un pueblo.
La cultura popular, plena manifestación del alma de los pueblos, ha creado sus propios instrumentos de expresión, y entre sus aciertos más eficaces estuvo el de haber otorgado su voz a José Alfredo Jiménez, quizá su vehículo más poderoso.
José Alfredo Jiménez mantuvo un diálogo permanente con la condición humana y, animado por su propio periplo amoroso, desinhibido por las bondades del tequila y los demonios del despecho, confesaría lo vivido en la clandestinidad de alcobas o en las ruidosas cantinas, ignorando que ese volcán de emociones habría de convertirse en un devocionario implacablemente sabio para qu