Fotoarte: Abraham Cruz
La vida dentro del Centro Federal de Readaptación Social número 1 “es muy canija”. Esta expresión coloquial sintetiza la dureza de cómo viven los presos considerados de alta peligrosidad en el interior del penal de máxima seguridad conocido como El Altiplano.
De acuerdo con el abogado José Rojo –quien representa a dos personas recluidas en ese centro penitenciario–, las principales dificultades que enfrentan los presos son las reducidas raciones de comida y la atención médica, la cual, aseguró en entrevista con Excélsior “deja mucho que desear”.
A estas condiciones se suman las limitaciones para acceder al aire libre: los internos cuentan con breves lapsos para tomar el sol o caminar y lo hacen en patios de dimensiones mínimas en grupos por cada uno de los och