A pesar de su desaparición física, dejó huellas indelebles en la historia del humor criollo. Juan Ernesto López González o, simplemente, Pepeto dedicó más de 50 años de su vida a llevar risas y sonrisas a los hogares venezolanos, a través de diferentes programas y personajes que lo convirtieron en “uno más” de la familia.
En alguna entrevista, ya desde la madurez profesional, aseguró que la comicidad tenía dos nutrientes principales: ángel combinado con una cara graciosa. Él fue un ejemplo andante de esa fórmula que empezó a desarrollar en tiempos estudiantiles, cuando, por azar y por fortuna, abandonó las aulas para posicionarse en los estudios de radio y televisión.
Desde entonces y desde siempre, según su propio decir, fue un militante del buen humor, tanto de cara como de espalda al