En cada colegio hay una figura discreta, casi invisible, que sostiene el día a día con manos firmes y mirada atenta. No aparece en los libros de texto y, por lo general, tampoco en muchos actos institucionales, pero sin él, las puertas no se abrirían, los pasillos no estarían limpios, y el calor no llegaría a tiempo en invierno. El conserje es mucho más que un encargado de mantenimiento, es el guardián de la rutina, el primero en llegar y el último en irse, el que conoce el centro como si fuera su propia casa. Y en el caso de Antonio Carrasco, ese detalle es literal.

Antonio es conserje en el Colegio Federico Muelas de Cuenca desde hace más de dos décadas. Pero su historia va más allá del uniforme y las herramientas. Antonio es el único conserje de toda la ciudad que vive en el propio cen

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