De no entender el juego a ser el número uno del mundo. De no marcarle un gol al arco iris a convertirse en una pesadilla para las defensas rivales. De vivir solo en la enfermería a levantar casi todos los títulos. De ser una ruina por su elevado coste a transformarse en un jugador regular y fiable. La metamorfosis de Ousmane Dembélé (28 años) se completó este lunes al llevarse el Balón de Oro. Los 35 goles que marcó y las 14 asistencias que repartió la temporada pasada resultaron clave para los éxitos del PSG, incluida una enorme Champions League, y para que los votos le hayan dado la victoria en el galardón individual más prestigioso. “Es increíble y excepcional lo que me acaba de pasar, estoy muy emocionado”.
Un viaje alucinante que no se entiende sin la influencia de un Luis Enrique