El mundo se rinde a Ousmane Dembélé por primera vez, justo ganador del Balón de Oro. Hace dos años, ni él mismo se habría podido imaginar ni siquiera colarse entre los tres finalistas, ahora ratificado como el mejor jugador del mundo después de haber protagonizado una remontada excelsa la temporada pasada y liderar al PSG hacia un Triplete histórico. El francés se impuso a Lamine Yamal en la votación final, en un Teatro de Châtelet abarrotado, y recibió una distinción que le adentra en la historia del deporte rey, esa que parecía destinada para otros protagonistas, no para él, que durante largos años fue considerado un futbolista indisciplinado y sin capacidad para liderar un proyecto.
El fútbol se desplaza a la velocidad de la luz, da lugar a sorpresas y ésta, por muy merecido que sea el