No había cámaras, ni fanáticos, ni el clásico griterío que caracteriza a la Ryder Cup. Solo el viento moviendo las banderas y una emoción que se palpaba.

Fue Keegan Bradley , capitán del equipo estadounidense, quien orquestó este momento íntimo. Invitó a Chris Mascali , bombero de Nueva York cuyo padre murió en el 11-S, a dirigirse al equipo. No hubo discursos grandilocuentes: Mascali llevaba el casco de su padre y su propio uniforme del FDNY. Ahora, esas prendas reposan en la sala del equipo como talismanes. "Tuve esta visión durante un año", confesó Bradley después, mientras el himno nacional resonaba cantado por otro bombero, Brian Robinson.

Detalle clave: Los jugadores cruzaron el puente hacia el campo en completo silencio, como si atravesaran un ritual.

Simbolismo: Europa o

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