En la política, los relevos inesperados suelen marcar puntos de inflexión. De repente, lo que parecía un segundo plano se transforma en el centro del escenario. Así ocurrió en Nueva York, cuando una funcionaria con experiencia legislativa y ejecutiva pasó a ocupar el cargo más alto del estado .

Ese cambio no fue fruto de un calendario electoral ordinario, sino de un acontecimiento que sacudió al poder estatal. Lo que siguió fue un juramento rápido, la entrada de una mujer al mando y la apertura de una etapa inédita en la historia de Nueva York.

El tránsito, sin embargo, no terminó allí. Pronto, la gobernadora debió enfrentarse a un proceso distinto: la validación en las urnas . Pasar de ocupar un cargo por sucesión a disputarlo en elecciones era el siguiente desafío que definiría

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