Suena la música —reggae de 1970, champeta— y el vaivén de las olas del mar. En Isla Fuerte, una isla coralina de tres kilómetros cuadrados situada a solo minutos de las Playas de Moñitos, en Córdoba, el aire es apacible y la vista incomparable: kilómetros y kilómetros de mar. En la orilla el agua parece verde, pero al fondo es de un azul oscuro: de una quietud espeluznante. La gente se zambulle o se asolea encima de unos planchones de madera. Debajo de este sol todo es quietud, frescura, como si el estruendo que es el mundo real lograra desaparecer.

Hans Heins —barranquillero, ojos negrisimos— ya está acostumbrado a esta postal. Llegó a Isla Fuerte luego de quebrar un negocio de cocina oculta —tiene esa fiebre emprendedora— y resolvió comenzar una nueva vida administrando La Playita, un

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