Cabe preguntarse si seguimos caminando por la cornisa o, como le sucede al coyote cuando persigue infructuosamente al correcaminos –huerequeque en el Perú–, ya estamos caminando en el aire sobre el abismo y no nos hemos dado cuenta. Es decir, en el momento en que tomemos conciencia de nuestra situación, nos desplomaremos como el puente Solidaridad. Lo real, decía Lacan, es cuando uno se choca.

Ese golpe puede ser el fin de nuestra ansia de libertad o, por el contrario, el inicio de una reacción masiva de rechazo a este Pacto corrupto que no cesa de socavar los fundamentos de nuestra endeble democracia. Acabamos de asistir al deplorable espectáculo de miles de policías reunidos para reprimir con violencia la protesta política, legítima, de los jóvenes.

Esa considerable agrupación de fuerz

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