El escenario puede resumirse con la siguiente frase: si estamos en un mundo donde manda el algoritmo , entonces manda el que escribe el algoritmo.

Ya es inquietante la idea de que nuestros comportamientos estén manipulados de manera digital, pero si además asumimos que esa manipulación se hace desde una cultura absolutamente ajena; la percepción de riesgo se vuelve muy incómoda.

Toda nuestra interacción con los dispositivos digitales está dominada por algoritmos diseñados en el norte global, mayormente en Silicon Valley, Estados Unidos. Es decir, están pensados desde un encuadre cultural, desde una ideología determinada y con un sesgo tan entendible como implacable. Ahí está el corazón del problema.

Voy a escribir una palabra inconveniente, si es que uno tiene la pretensión de que

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