Un coloso atmosférico, el supertifón Ragasa, conocido localmente como Nando, irrumpió en Filipinas con vientos huracanados que superaron los 265 km/h, sembrando un panorama de devastación en el norte de Luzón. Casas arrancadas de cuajo, comunidades sumergidas bajo aguas turbulentas y al menos tres vidas truncadas son el saldo preliminar de una catástrofe que trasciende lo natural.

Mientras las olas embestían la isla de Panuitan, en Cagayán, y los aludes amenazaban con sepultar aldeas y arrasar cosechas, Manila se estremecía con una cólera distinta: la de un pueblo que, además de batallar contra la naturaleza, enfrenta la traición de un sistema político corroído por la codicia. Este lunes, cuando el ciclón tocó tierra, Apenas un día antes, decenas de miles de ciudadanos desbordaron las

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