El reto parece inocente: una foto tipo Polaroid en la que apareces abrazando a tu artista favorito, sonrisa impecable, caption nostálgico y un filtro vintage que “engancha likes”. La fórmula es simple: subes tu foto, la IA hace su magia y listo, validación instantánea. Pero detrás de ese abrazo falso se esconde una realidad inquietante: tu identidad queda a disposición de plataformas que pueden almacenarla, entrenar con ella y, en algunos casos, venderla al mejor postor (Milenio, 2025).

No hablamos de paranoia digital, sino de la lógica con que operan estas aplicaciones: cada rostro que subes es un dato biométrico; cada metadato, una huella de ubicación y tiempo. La Policía Cibernética ya ha advertido que convertir fotos en ilustraciones o “retoques artísticos” no es un juego inocente: pu

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