Decía el siempre brillante Francisco Maturana que su gran preocupación hoy es la deserción escolar. Lo lamentaba porque sentía que ese paso se saltaba en la formación de los futbolistas más jóvenes y por eso fallaban en la culminación de sus sueños. Pero es aún más grave.
En su más amplia faceta, ese vacío, común a todos los estratos sociales, lo que revela es la mentira del ‘camino fácil’ del fútbol -o la música, o la ilegalidad- como única manera de esos chicos de convertirse en ‘alguien’. Lo otro es no ser nadie. Y en esta difusa era de las redes sociales, eso es la nada, el infierno mismo, el peor de los fracasos.
Lo común es ver aparecer en la puerta de la escuela de fútbol del barrio un niño, y lo que es peor, un padre (o un intermediario), convencido que su retoño es el nuevo Mess