La identidad digital se ha vuelto la credencial silenciosa de nuestra vida diaria: habilita un crédito, un trámite de salud, una beca o una compra en línea. México ya cruzó el umbral, pero está a mitad de la obra: más que acelerar su expansión, toca asegurarla y legitimarla. La discusión no es si existirá identidad digital e IA, sino bajo qué reglas y con qué garantías para que funcionen a favor de las personas.
Hoy conviven carriles que rara vez se cruzan: la e.firma del SAT con valor probatorio, la credencial del INE con verificación digital y la Llave MX como acceso al ecosistema de identidad. El mapa está dibujado, pero falta orquestación: interoperar de forma segura, unificar criterios de uso y auditar procesos para que la experiencia ciudadana no cambie según la ventanilla.
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