Los cambios de rutina —como la vuelta al colegio y al trabajo, mudanzas, nuevos horarios o la llegada de un nuevo miembro a la familia— suelen generar tensión. En esos momentos, las relaciones familiares pueden verse afectadas: aparecen roces, discusiones y un aumento del estrés. Sin embargo, estos periodos también son una oportunidad para fortalecer los lazos si se gestionan de manera consciente.

Nuestro cerebro necesita cierta previsibilidad para sentirse seguro. Cuando cambian los horarios o las dinámicas familiares, tanto adultos como niños experimentan incertidumbre. Esto puede traducirse en irritabilidad, cansancio, menor tolerancia a la frustración o retraimiento. Comprender que esta reacción es normal ayuda a no tomarla como algo personal.

En épocas de cambios, hablar más y

See Full Page