No es difícil imaginar a Christiane Gautrot, Desmond Knox-Leet e Yves Coueslant en un bar llamado Orphéon, en el Boulevard Saint-Germain, conspirando entre copas y humo azul sobre lo que, sin saberlo, estaba destinado a convertirse en uno de los universos sensoriales más singulares de París. Mientras la ciudad hervía con su bullicio eterno, el tiempo en el Orphéon (con aromas destinados a convertirse en perfume) parecía suspenderse en terciopelos y conversaciones infinitas.

Así nació Diptyque: una maison que decidió viajar sin moverse, hacer del perfume un pasaporte y del recuerdo una materia prima.

Coleccionar lo efímero en los viajes, llevarlo a París y transformarlo en belleza

El Mediterráneo, Asia, África: antes de las fragancias hubo mapas de rutas, mercados polvorientos, tejidos

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