Las fuerzas de seguridad indias han matado a cinco manifestantes autonomistas y han herido a más de treinta este miércoles en el territorio himalayo de Ladakh. De forma simultánea han instaurado el toque de queda con el objeto de extinguir las protestas, que esta mañana lograron desbordar a la policía antidisturbios, poco acostumbrada a la violencia en una ciudad pequeña de mayoría budista como Leh.

Las protestas contra el centralismo de Nueva Delhi no son nuevas. Pero nunca habían llegado al extremo de prender fuego a la sede del BJP, el partido del primer ministro Narendra Modi. También ha sido pasto de las llamas un vehículo policial. Todo ello habría sido inimaginable, seguramente, sin el ejemplo de Nepal, donde a rebufo de las protestas juveniles fueron incendiados todos los símbolo

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