Lo que inquieta de la reforma a la Ley de Amparo no es quién hoy ocupa la silla grande. Es lo contrario: el relevo inevitable cuando la administración termine
El amparo — escudo mexicano contra el abuso de poder — ha enfermado, junto con el Poder Judicial y el gremio jurídico, de profundo desprestigio. Defenderlos es empresa ingrata. Deporte nacional de altísimo riesgo.
Sobran ejemplos. En numerosas ocasiones el amparo ha sido torcido —esa es la palabra— para detener al Estado en detrimento de lo colectivo. En el sexenio de Andrés Manuel López Obrador fue espada para aniquilar megaobras, libros de texto, la reforma eléctrica y la judicial. También fue escudo para esquivar el pago de millonarios impuestos. Una lista que tomaría tiempo terminar.
El amparo ha sido arma privada y ha puest