En el horizonte contemporáneo se observa una preocupante expansión del pensamiento conservador que erosiona los fundamentos del pensamiento científico, filosófico y jurídico sobre los que se construyó la siempre inacabada, pero indispensable modernidad democrática. Por ello es necesario reflexionar sobre los alcances de esta deriva, pues lo que está en juego no son únicamente las formas de gobierno -que ya son demasiado-, sino la preservación de la racionalidad crítica y dialógica como principio de organización social y de la libertad como núcleo de la vida política.

Uno de los rasgos más preocupantes de esta ola conservadora es la creciente hostilidad frente a la ciencia. La política pública debería sustentarse en la mejor evidencia disponible, especialmente en temas delicados como la sa

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