El otoño y sus cambios bruscos de temperatura ponen a prueba nuestras defensas . Tras semanas de calor sofocante, el termómetro ha caído en picado y ha obligado a rescatar la ropa de abrigo del armario. Estos descensos repentinos no solo se traducen en noches frescas y mañanas de manga larga: son el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de resfriados e infecciones respiratorias , que cada año afectan a miles de personas en estas fechas.
Según explica Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (Semg) , el problema radica en que los cambios térmicos afectan a la inmunidad local de las fosas nasales , nuestra primera barrera de defensa frente a los virus. “Eso multiplica las probabilidades de contagio”, señala. A ello se suma que