Cuenta la historia que Ricardo Balbín, líder de la oposición en Argentina en 1976 y favorito para ser presidente, cometió un error garrafal. En medio del caos, en un discurso dijo con franqueza: “me piden soluciones” y luego remató con un fatal “no las tengo”. Esa frase fue la excusa perfecta para que los militares, que decían tener respuestas, tomaran el poder y consolidaran una de las dictaduras más cruentas de Sudamérica. Un desliz político se convirtió en justificación de horrores.

Hoy el libreto es otro, pero la trama se repite con ironías perversas. Ya no son los uniformados los que acechan con botas y fusiles, sino los políticos disfrazados de redentores, extremistas con discursos encendidos que se alimentan de la fragilidad de gobiernos raquíticos. La debilidad de Dina Boluarte, s

See Full Page