En América Latina los marcos regulatorios de protección de datos personales parecen un Frankenstein: parches dispersos, normas viejas, piezas desajustadas. Y en medio de ese escenario, los más expuestos (y sin siquiera saberlo) son nuestros niños, niñas y adolescentes.

La Inteligencia Artificial (IA) avanza a velocidades exponenciales y cambia la manera en que producimos, decidimos y convivimos. Es una tecnología de propósito general que reorganiza estructuras enteras de poder y que, como toda herramienta poderosa, es ambigua: puede abrir oportunidades o profundizar riesgos.

Así hay quienes se colocan del lado del tecno optimismo por un lado y quienes señalan panoramas de catástrofe, por el otro. Pero en este juego de fuerzas, un grupo social no tiene garantizada defensas suficient

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