“Condené a mi hijo de por vida a explicar cómo se escribe su nombre” . La frase sale de la boca de Eduardo Moyano (47) entre risas, como un ' mea culpa’ cargado de orgullo. Es la confesión de un padre que, junto a su pareja Valeria (44), tomó una decisión que marcaría la identidad de su hijo para siempre: cambiar una sola letra de una denominación tradicional para crear un nombre casi único .

Pero detrás de la anécdota del nombre “ Pruno” , que no es “Bruno”, se esconde una historia mucho más profunda: una que habla de un amor improbable nacido en la era digital, de reencuentros que desafiaron una pandemia y, sobre todo, de la lucha feroz por un pequeño corazón que recién empezaba a latir.

La forma en que Eduardo y Valeria se conocieron fue escrita por el algoritmo de una red soci

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