El extremismo en cualquiera de sus expresiones es un peligro para la paz, la estabilidad social y la democracia. La historia nos demuestra una y otra vez que el fanatismo político, religioso o de posiciones económicas y sociales se traduce en regresión más que en progreso.
Sin embargo, en sociedades que tienden a la polarización es frecuente que las posiciones ideológicas se radicalicen, creando una importante brecha entre la izquierda y la derecha del espectro político. Este fenómeno está ocurriendo en varios países de Europa y América.
Como resultado observamos a actores políticos y grupos de la población que les siguen, con ideas y agendas crecientemente orientadas hacia extremos de intolerancia, intransigencia e incluso violencia.
Siendo que la democracia necesita de diálogo y conse