Un padre acuna a su hija. Otro toma en sus brazos a la suya. Mas allá, un tercero sostiene a su niña parada sobre las rodillas y con una sonrisa cómplice se prepara para hacerla saltar. Una cuarta imagen parece hacer equilibrio y con sus dos manos y hasta la ayuda de un pie se las ingenia para sostener a todas sus criaturas. Ningún cartel, ninguna leyenda anuncia que se trata de padres con sus hijos.
Sin embargo, no es difícil adivinar el vínculo. ¿En qué se advierte? En la mirada amorosa que dedican a cada uno de esos chicos, en la dulzura con que los toman, en el cuidado que prodigan en cada uno de sus gestos. Le hubiera gustado que su papá la hubiera tomado así en sus brazos, que hubiera jugado con ella como lo hacen esos hombres de piedra en la inmensidad del parque Vigeland, iluminad