Mantener la paz y la seguridad internacional, así como fomentar las relaciones pacíficas entre los Estados, constituyen objetivos centrales de la ONU.

Con olvido de esos propósitos, la reciente intervención ante la Asamblea General de la ONU de Gustavo Petro, en calidad de presidente de Colombia, que por cierto es la última, terminó siendo un episodio más de confrontación, desconexión y vergüenza internacional.

El mandatario repitió la misma fórmula que ya había utilizado con Israel: ataques frontales, gestos hostiles y un discurso cargado de resentimiento que no solo erosionan la relación diplomática, sino que abren un abismo con un aliado estratégico. La delegación estadounidense, en una acción inusitada, abandonó el recinto durante su intervención. El mensaje fue claro: a Estados Unid

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