Quien llega al sur d e Gran Canaria descubre un espacio natural con tres piezas que encajan sin esfuerzo aparente. Un campo de dunas que cambia con el viento. Una laguna salobre conocida como La Charca que sirve de parada para aves migratorias. Un palmeral que fija el suelo y recuerda que aquí conviven mar y tierra. Todo está dentro de la Reserva Natural Especial de las Dunas de que suma algo más de cuatrocientas hectáreas y que el Gobierno de Canarias protege como área singular.
El visitante suele empezar por la arena. La primera sensación llega al pisar los caminos balizados que atraviesan el mar de dunas. No es un capricho. Mantenerse en las rutas señalizadas ayuda a que la duna siga su ciclo y evita erosión innecesaria. La luz cambia a lo largo del día y el perfil de cada