El regreso del rey Juan Carlos I a la península no es casual ni improvisado. Desde hace cuatro meses, el emérito ha estado entrando en España por la frontera con Portugal , viajando en coche hasta Madrid como si nada, en un pulso silencioso contra la Casa Real. Su presencia ha pasado desapercibida para la mayoría, pero no para los círculos de poder, que ven en sus movimientos un gesto de desafío y una demostración de que aún conserva la influencia para incomodar a su hijo, Felipe VI.
Instalado desde principios de junio en Cascais , en una exclusiva mansión a las afueras de Lisboa, Juan Carlos I ha encontrado un punto estratégico: un lugar cercano a Madrid, pero lo suficientemente discreto para mantener la apariencia de un retiro dorado. Este verano realizó varias visitas en s