Juan Ayuso salió de Kigali con una mezcla de orgullo y decepción. Octavo en el primer Mundial africano, reconocía que la carrera le dejó huella: “Este Mundial me deja un sabor de boca amargo. Con Pogacar no hubiese estado, pero fue una pena no estar en el grupo de las medallas” , confesaba tras bajarse de la bici, exhausto después de una jornada que exigió hasta la última gota de energía.

El circuito, duro y rugoso como la piel de Ruanda, le permitió sostenerse durante buena parte de la prueba. “Antes de llegar al puerto grande se iba bien a rueda. Creo que hemos hecho un buen trabajo. Romeo estaba conmigo y luego me pasaba para adelante para guardar energía. Me ha protegido bien el equipo”, relataba. El plan estaba claro y funcionaba. En las largas ascensiones se sintió cómodo, dueño

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