* Cuando la vida no es sueño, sino teatro
* El problema es que el país está en juego
El teatro del absurdo no puede llevar sino al absurdo. Es lo que ha ocurrido en la orientación de Colombia, durante la trayectoria de los últimos y más de tres años, a raíz de la megalomanía y egotismo con que se ha dirigido y, en efecto, se sigue dirigiendo la Casa de Nariño. Y cuyo culmen, con iguales pretensiones de influencia allende las fronteras, tuvo frenéticas, aunque tal vez calculadas expresiones, en el reciente periplo internacional del inquilino de turno por los atriles de la ONU y las calles de Nueva York.
Por supuesto, es apenas un ejemplo de que cuando se comienza a padecer la orfandad del poder, cuando se siente o avizora su ocaso, cuando no se está preparado para despedirse y sustraerse