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POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS
Quizá lo cotidiano de nuestras vidas nos absorbe y no nos permite involucrarnos en las despiadadas manifestaciones que sistemáticamente el mundo nos propone.
No es ya solo la crisis de gobernabilidad o las falencias democráticas, la ausencia de liderazgos, las debilidades institucionales o la desafectación ciudadana. Es la agresión, la violencia, la muerte, el crimen indiscriminado, el genocidio, las guerras que se adueñaron de nosotros, tan impositivamente, que no hay margen a reacción alguna.
La indulgencia de la distancia o las prioridades de sobrevivencia, como la comodidad de las circunstancias, nos hicieron renunciar a la básica contestación humana: la indignación, ante una sociedad mundial que se desmorona día tras día.
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