En 1975, en pleno corazón de Westchester, Blanca Cabrera y su madre, Elsa Rodríguez Rocha, se lanzaron a un reto enorme: abrir un restaurante cubano en una ciudad donde la comunidad exiliada todavía estaba consolidando sus raíces. Los primeros años estuvieron llenos de sacrificios y anécdotas que hoy parecen parte del mito fundador de la marca. Madre e hija acordaron una regla curiosa: solo una podía llorar a la vez, porque siempre alguien debía mantener el negocio funcionando pese a los imprevistos, como cuando una bandeja de natillas se arruinaba y había que tirar docenas de huevos en plena escasez.

Ese espíritu de resiliencia inmigrante convirtió a Sergio’s en parte de la memoria gastronómica de Miami, junto a lugares icónicos como Arbetter’s Hot Dogs o Frankie’s Pizza en Bird Road. Co

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