El Reino Unido «está en una bifurcación del camino. Podemos elegir la decencia o podemos elegir la división. Renovación o declive». Con esa frase, pronunciada desde el atril del centro de convenciones de Liverpool en el último día del congreso laborista, Keir Starmer intentó fijar un rumbo inequívoco para un Gobierno que, tras quince meses en Downing Street y con Reform UK convertido en una amenaza cada vez más real, necesita demostrar que aún dispone de energía polític a, de un proyecto reconocible y de la capacidad de imponer un marco de debate que no gire en torno a su adversario.El primer ministro, a menudo descrito como un político frío y de perfil técnico, adoptó un registro inusualmente combativo. Elevó la voz en los pasajes clave, forzó pausas largas para subrayar ideas y recurrió
Starmer endurece su tono contra Farage mientras Reform encabeza las encuestas y Burnham lo supera en popularidad

85