Margarita tiene 101 años y mucho nervio . Cuando el sol calienta la tierra y los cuerpos, sale a la calle protegida por un amplio sombrero y unas gafas para salvaguardar los ojos; unos globos chispeantes y saltarines, expresión a primera vista de su personalidad. Hasta hace bien poco, si el día amanecía desapacible, aprovechaba las zonas cubiertas de la plaza para cumplir con el hábito de caminar. Ahora, con todo ese espacio patas arriba, el piso reventado, el laberinto de vallas que simulan un escape room, el polvo que lo cubre todo, el ir y venir de la maquinaria, todos esos obstáculos le impiden salir de la vivienda ni en silla de ruedas. Me la imagino en su casa como una pantera encerrada en un zoo .

Su camino vital, como el de sus coetáneos, fue complicado por los tiempos que le t

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