En las últimas décadas, China ha llevado a cabo un ambicioso programa de construcción de islas artificiales en el Mar del Sur de China, una de las regiones marítimas más disputadas del planeta. Esta zona es rica en recursos pesqueros y reservas de hidrocarburos, y su control permite proyectar influencia sobre rutas comerciales cruciales, que transportan aproximadamente un tercio del comercio marítimo mundial.
China ha transformado arrecifes y bancos de arena en islas capaces de sostener infraestructura militar. Entre las construcciones más destacadas se encuentran pistas de aterrizaje, puertos, radares y silos de defensa antiaérea, que permiten a Pekín proyectar su poder militar en una región donde otros países, como Filipinas, Vietnam, Malasia y Brunei, también reclaman