Son las cuatro de la madrugada de un fin de semana en Villa María. El silencio nocturno se quiebra por un estruendo hasta volverse ensordecedor. No es un sólo vehículo. Son al menos 150 o tal vez más de 200 motos que irrumpen a marcha lenta pero ruidosa.
Como una manada motorizada, ocupan ambas manos de la avenida, algunas van en contramano, otras invadiendo las veredas. La mayoría de sus conductores, sin casco. Todos parecen competir por quién hace más ruido con sus aceleradas, escapes libres y bocinas.
Para los vecinos, no es un incidente aislado, sino que de unos años a esta parte se convirtió en un problema que les roba el sueño de noche y la tranquilidad de día.
El problema de las “hordas de motos”, como se lo llama desde los círculos oficiales, resuena mucho más allá de una avenid