Estos días vemos pasar por nuestras pantallas las consecuencias de no haber defendido los innegociables de la nación . De no haberlo hecho desde la política, desde el mundo de la cultura, conscientes de los efectos que esto tendría sobre el uso de la lengua y vislumbrando el mal camino hacia donde dirigíamos el país. Lo escribo en plural porque el momento nos interpela colectivamente, pero, en realidad, cada reparto de responsabilidades que haga cada uno de los ciudadanos catalanes tendrá una parte de verdad. Plegarse a los españoles en lo que parece provisional puede tener un eco pegadizo que se alarga hasta hoy y que empapa muchos más espacios que la política. La degradación de TV3 —en esta columna, seguiremos llamándola TV3— es consecuencia de llamar flexibilidad a todo lo que, en re
TV3: una ventana a la degradación del país

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