Pemex enfrenta actualmente una situación cercana a la insolvencia. De manera sistemática ha registrado pérdidas operativas, acumula atrasos en el pago a proveedores y se ha convertido en una de las empresas petroleras más endeudadas del mundo, lo que limita de manera significativa su capacidad para cumplir sus compromisos financieros. Este deterioro obedece, en buena medida, a una carga fiscal históricamente elevada —equivalente a entre 50% y 70% de sus ingresos hasta 2013—, a la ausencia de autonomía de gestión y a malas decisiones empresariales. En este contexto, la empresa opera hoy como un pasivo contingente para el Estado, sostenida principalmente para evitar un costo político inmediato y un incremento en las tasas de interés que pagaría tanto el sector público como privado.
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