Desde que Juana Aguirre comenzó su carrera solista tras una década como parte de la banda Churupaca, no hizo más que profundizar –moldear, experimentar– un universo musical cada vez más personal y fascinante.
Primero con Claroscuro, su álbum debut de 2021, y luego con el reciente Anónimo, la cantautora y productora nacida en la ciudad de Buenos Aires dio sendos pasos marcados por la seguridad y la intransigencia. Ambos son dos discos-manifiestos que hablan de una propuesta que se permite pensarse fuera de cualquier moda o mandato del mercado.
Efectivamente, lo que sucede con la música de Aguirre es aquello que muchos pueden sentir al escuchar a artistas tan disímiles como el británico Brian Eno, el uruguayo Juan Wauters o nuestra Juana Molina: un collage sonoro (nunca más apropiado el ad