Primera señal. El olor de las bombas lacrimógenas cubrió el cielo de la avenida Abancay . Se observa como un efectivo policial, con el rifle en las manos, dispara. Es el sonido de los perdigones, que, sumado a la humareda que empaña la visión y el lente fotográfico, obliga a los manifestantes a retroceder. Segunda advertencia. En medio de los gritos y el ruido de las personas corriendo, una de ellas cae. Está en el suelo. No importa. Un agente lo golpea. Sus compañeros intentan ayudarlo. También son agredidos. Arrastrados. Humillados. Es el último indicio. La represión ha iniciado.
Quienes han estado en una protesta son conscientes del riesgo descrito. Para aquellos que nunca han asistido, el registro fotográfico sirve como recurso para dar cuenta de la magnitud de esa violencia