La arena del desierto del Sahara fertiliza el océano Atlántico y el Amazonas por la composición química de su polvo, conformado por minerales como magnesio, feldespato, caolinita, circón, entre otros. Además, contiene trazas de hierro, sílice y sulfatos que se depositan en el agua y actúan como nitrato natural para el fitoplancton. Por otra parte, el polvo sahariano aporta una cantidad aproximada de un 13% del fósforo atmosférico que llega al territorio de la Amazonia.
Los científicos estiman que anualmente el desierto cálido envía al Atlántico más de 60 millones de toneladas de polvo, una cantidad suficiente directamente en la fauna marina en la alimentación de millones de personas.
Este fenómeno demuestra que, incluso los sitios más inhóspitos pueden tener un impacto vital a