Con las botas puestas y el bombín calado, así ha querido morir –artísticamente– Sabina. A sus 76 años afirma tener ganas de descansar, aunque en esta gira de despedida llamada Hola y adiós lleve a sus espaldas más de 50 conciertos en grandes espacios como el Sant Jordi, que visitó anoche por penúltima vez si es que hemos de creer al que anoche cantó Mentiras piadosas. Tal vez le creyeran, o tal vez no, las 15.000 que llenaron el recinto, entre ellas Joan Manuel Serrat. Sentado en las primeras filas, no pudo esconderse más cuando Sabina le dedicó Calle melancolía , halago que el Noi agradeció en pie, los brazos abiertos, ovación cerrada.
Con cierto retraso por las manifestaciones contra el genocidio en Gaza que cortó la ronda Litoral, la parroquia fiel del madrileño de Úbeda no desapro