Cuando conocimos el humedal Abreo-Malpaso, hace exactamente dos años, la primera imagen que nos recibió fue la de una vaca inquieta intentando sobrevivir, buscando pasto mientras luchaba por no hundirse en el pantano y rodeada de una montaña de escombros. Una escena que resumió todo lo que no debería ocurrir en un humedal que fue clave para el desarrollo de Rionegro, pues de las aguas de las quebradas que confluyen allí se extrajo durante décadas el líquido para abastecer a la población y hasta para proveer sustento con la pesca.
En 2001 el Concejo de Rionegro declaró el embalse Abreo-Malpaso como un ecoparque y plantearon la necesidad urgente de protegerlo y crear programas de educación ambiental en torno a este. Pero 17 años después, en ese mismo recinto, los concejales aprobaron el Ac