La historia se repite, y cada vez con más crueldad. Palestina arde bajo las bombas, y el mundo, una vez más, mira hacia otro lado. El término “masacre” ya no parece suficiente para describir la sistemática destrucción de vidas, hogares, escuelas y hospitales. Lo que está ocurriendo no es simplemente un conflicto: es una tragedia humana sostenida por décadas de impunidad, doble moral internacional y una narrativa que ha normalizado lo inaceptable.
Miles de civiles muertos, una mayoría de ellos mujeres y niños. La Franja de Gaza, cercada y asfixiada, se ha convertido en una prisión al aire libre donde la vida es una lucha diaria por sobrevivir. sin embargo, el eco de esta tragedia apenas resuena con la fuerza que merece en los principales centros de poder global.
Occidente, que se jacta de