No soy una refugiada, soy inmigrante aunque tenga mi corazón mexicano. Sí, estoy buscando cierta seguridad. Es tan actual este tema en el mundo y tan catastrófico...”, dice Gerda Gruber (Bratislava, 1940) días antes de presentar su muestra en Monterrey.
Gruber es una escultora que desde hace 50 años vive en México. El haber sido niña en la Viena de la Segunda Guerra Mundial la orilló a estar en la búsqueda constante de un refugio que finalmente encontró en México.
Desde su llegada al país se ha dedicado a extender esta idea en todas sus creaciones artísticas: desde el patio de una secundaria pública en Yucatán, donde construyó “Campo magnético” —una obra viva conformada de árboles que protege del sol a los estudiantes— hasta las salas que pintó de color gris en el Museo de Arte Co