
El punk enseñó que reírse del sistema era también resistirlo. Ese gesto, lejos de ser un vestigio contracultural del pasado, sigue vivo en la cultura digital. La risa rebelde que todavía se canta en conciertos ahora circula en pantallas y timelines de Instagram y TikTok. Unas formas de expresión que cuestionan lo políticamente correcto y recuerdan que la comunicación auténtica es un acto de libertad humanista, porque permite reír, cuestionar y crear vínculos sin filtros, en pleno auge de la inteligencia artificial.
En los años setenta, una generación de jóvenes en Londres y Nueva York levantó su voz –y su guitarra eléctrica– contra el sistema. No lo hicieron con solemnidad, sino con una carcajada inconforme, una estética estridente y una ideología que defendía la libertad individual, la crítica al consumismo, el rechazo a las jerarquías hegemónicas y la incorrección política. Así nació el punk: una filosofía que transformó la música, la moda y que hoy sirve de metáfora para entender el papel de la risa y la resistencia en la cultura digital.
Del garaje a los macroconciertos
El punk no fue únicamente un género musical nacido del rock; fue una declaración política y cultural. Inspirado por el hartazgo frente a la crisis económica, el desempleo juvenil y la rigidez de las instituciones, defendió valores como el do it yourself (hazlo tú mismo), la horizontalidad, la crítica al poder y la desconfianza hacia los discursos dominantes.
En los setenta, los Sex Pistols fueron pioneros en convertir la inconformidad y la incorrección en discurso mainstream, como lo relata el investigador Jon Savage en el libro England’s Dreaming: Sex Pistols and Punk Rock. The Clash, por su parte, expandió ese gesto con fusiones musicales y contenido político consciente. Hoy, sus lecciones resuenan de forma análoga a un meme. Este puede ser tan revelador como un riff de guitarra para cuestionar estructuras de poder.
En los noventas y los dos mil, bandas como Green Day llevaron el “hazlo tú mismo” y la crítica social a audiencias masivas, mostrando que la rabia juvenil podía también escalar a la cultura del entretenimiento y lo aparentemente insignificante.
Por su parte, los integrantes de NOFX, activos desde 1983, tradujeron la irreverencia punk en un lenguaje cotidiano y humorístico, mezclando melodías pegajosas con una sátira que cuestionaba el orden social desde lo cotidiano.
El meme es el mensaje
Si entre los setenta y los dos mil el escenario era el garaje o el concierto improvisado, hoy ese escenario es el “ambiente digital”. Este lo conforman las redes sociales, los medios e internet en general, según la definición del teórico de la comunicación Sergio Roncallo-Dow.
La risa rebelde heredada del punk se ha transformado en un lenguaje universal basado en memes, hilos virales y vídeos irónicos que ridiculizan las narrativas oficiales. Además de la guitarra distorsionada, ahora circula un gif que desarma al político de turno o un meme que expone con humor lo absurdo de ciertas políticas públicas.
Marshall McLuhan, gran teórico de la comunicación, advirtió que el medio no solo transmite mensajes, sino que moldea la forma en que vivimos. En la cultura digital, los memes y las plataformas funcionan como los nuevos entornos donde se juega la inconformidad frente a las narrativas que dominan la opinión pública. La risa cuestionadora es hoy un acto comunicativo que humaniza, conecta y genera conversaciones genuinas sobre las realidades desnudas de la política y el poder.
Conexión cultural pop
Como dejó escrito Sergio Roncallo-Dow y recogen otros autores, la comunicación auténtica no puede desligarse de la cultura que la produce. La cultura pop y los entornos mediáticos no son simples distracciones, sino escenarios donde se configuran sensibilidades y formas de pensamiento. Desde esta mirada, la risa rebelde del punk y su eco en las formas actuales de interacción entre personas son una muestra de cómo la comunicación puede y debe tener una conexión cultural profunda, entendiendo que la cultura no es sólo lo “culto” de las élites, sino también lo popular.
En palabras de Roncallo-Dow: “La cultura pop piensa, y lo hace desde sus propios lenguajes, generando formas de sensibilidad y de conocimiento que no deben ser subestimadas”.
El arte de la incorrección política
La fuerza del punk no radicaba solo en la estridencia de su música, sino en la capacidad de reírse del sistema, de ridiculizar lo solemne y de transformar la incomodidad en un espectáculo colectivo.
En la cultura digital, los memes (visuales, rápidos, con humor ácido y sátira viral) representan la continuidad de esa tradición. Se ríen de presidentes, de algoritmos y de instituciones. Parafraseando a Roncallo-Dow, “la cultura pop piensa” y, podríamos añadir, también ríe.
En ese sentido, un meme político no es un chiste banal: es un gesto artístico que revela contradicciones y hace visibles tensiones sociales que otros discursos prefieren silenciar.
El arte, ya sea un pogo (baile) en un concierto punk o un gif que recorre timelines, humaniza porque nos permite reconocernos en la risa compartida. La incorrección política es su combustible: un recordatorio de que no todo debe ser solemne, de que el humor es una manera de pensar y de resistir. En tiempos donde las narrativas oficiales buscan imponer extremos ideológicos y uniformidad, el arte de reírse del poder es un acto de libertad y, sobre todo, de humanidad.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Sebastian Silva C. no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.