DIFÍCIL recordar un periodo histórico en el que el mundo, país por país, se mostrara tan desquiciado como el momento que vivimos. Es tal la brutalidad de lo que sucede que los carteles, en algunas manifestaciones, de la foto de Netanhayu luciendo añadido el bigote de Hitler, establece un paralelismo deplorable entre la “solución final” para los judíos y el incierto “destino final” de los palestinos a manos de los judíos. No eran todos los alemanes, ni son todos los judíos, por fortuna. Entre aquellas víctimas del nazismo no se habían enredado tentáculos terroristas, como ahora Hamás, para desgracia de los propios palestinos; solo la depravación ideológica condujo a aquella catástrofe moral.
Claro que hay otras diferencias entre los dos episodios lamentables. Destaquemos uno determinante: